Belén Iniesta es,en este caso, una dirección: la que conecta unos orígenes formativos con una búsqueda actual intensiva, irresistible. También, el cruce de un recorrido biográfico (Buenos Aires, la danza, las Bellas Artes, la fotografía creativa; Europa, la dirección fotográfica de cine), con un estado mundial de las cosas: el cuerpo en crisis, el advenimiento de lo digital, las dificultades y los infinitos matices de la transición.

Un vacío la atrae hacia un programa mutante de convicciones, dudas y preocupaciones que la empuja: el saber del cuerpo, la carnalidad del movimiento, la narrativa de la luz. La cámara.

Esta dirección (Belén Iniesta), la serie de líneas que conectan estos puntos, nos presenta, no una identidad certera, sino una telaraña experimental trabajada con técnicas concretas, métodos basados en el conocimiento exhaustivo de las herramientas audiovisuales, de las que suele destilar nuevas utilidades, extrañas formas de uso.

Sin buscar el resultado perfecto, esta dirección va dejando huellas, novedades sorprendentes; avanza con impetuoso silencio, como el agua: a veces un remolino se forma por acá, o por allá.

Actualmente, los remolinos se concentran en la región del videoarte, más precisamente en el videodanza. Allí, el trabajo con los cuerpos y la escena, con bailarines, actores y coreógrafos, reúne en desconcierto de velocidades gran parte del caudal de sus preguntas. Algo llamado Screen Dance. Alrededor de este encuentro, la dirección Belén Iniesta ha levantado las paredes de su laboratorio ambulante.

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Federico Levin

(Escritor y crítico Argentino)